Un buen día, una niña llamada Marisol decidió hechizos y pócimas para vengarse de sus compañeros y su maestra de clase.
Después de leerse muchos libros, consiguió una olla grande donde fabricar sus pócimas y hechizos y para ello busco ingredientes como sapos, lagartos, alacranes, e incluso plantas mágicas como el acónito y la mandrágora.
-Vosotros no tenéis porque tenerme miedo -les dijo a unos ratoncillos que vivían con ella -.Pero tened cuidado con esas hiervas que son venenosas.
Finalmente, buscando en un viejo baúl encontró un traje de bruja piruja.
-Bueno –se dijo Marisol -.Ya lo tengo todo, hasta un gato y un búho. Ahora, ¡a cocer la poción que transformara las cabezas de todos los niños del colegio en criaturas repelentes!
Por la chimenea de la casa de la bruja Marisol, empezó a salir un humo espeso con ojos y boca con un gesto que aterraba.
Estaba Marisol encantada, venga a remover la poción que tenía en el caldero cuando, de repente, a una cuchara le aparecieron ojos y boca, se puso a volar por el aire y miró a la bruja Marisol con cara de enfado.
Enseguida la tetera, la cafetera y la taza también empezaron a volar y a mirarla de una manera amenazante.
Y es que el humo que expulsaba la olla daba vida a los objetos que tocaba y los dotaba de un carácter de enfado, rabioso, malo y con muy mal genio.
Todos los cacharros de la cocina salieron de sus armarios y estantes y se dedicaron a ponerlo todo patas arriba, montando un gran escándalo.
Todos golpeaban a la pequeña bruja y al búho por meterse a enredar con pociones y hechizos.
A golpe de cuchara y cazo, la sacaron de la casa.
La bruja Marisol perseguida por todos los utensilios encantados por el siniestro humo, corrió huyendo por el campo.
La joven bruja comprendió que dañar a los demás no era correcto aunque los demás la castigaran o se mofaran de ella.
Lamentaba muchísimo lo sucedido. Pensando que aquel experimento sólo le trajo desgracias, regresó contenta a su casa sin percatarse que el búho, que le había cogido el gusto a seo los hechizos, lloraba desconsolado sobre la rama de un árbol.
Fin