Las tres calvas

Martín nos había invitado a mí y a los demás chicos a su fiesta de cumpleaños.

Las tres calvas
Las tres calvas

Mi mamá me dijo:

—Te cortaré el pelo antes de la fiesta.

—¡No me lo cortes demasiado!

—Es que lo llevas demasiado largo —dijo mi mamá, mientras seguía cortando.

Al mirarme al espejo, comprobé que me lo había cortado demasiado. ¡Y me había dejado tres calvas!

“Ahora no me divertiré en la fiesta de Martín”, pensé.

Me tapé las calvas con mi sombrero vaquero y salí a jugar.

—¿Por qué llevas tu sombrero vaquero? —preguntó José.

—Porque me da la gana.

—Pero si hace calor —dijo Diana—. Te sudará la cabeza.

—Es bueno que la cabeza sude. La humedad hace que el pelo crezca más deprisa, ¿no?

—Vamos a comprarle un regalo a Martín —dijo Diana—. Vente con nosotros.

Las tres calvas
Las tres calvas

Entre mí pensaba… “Puede que no vaya a la fiesta de Martín ahora que tengo que ponerme el sombrero vaquero para taparme las tres calvas.”

Todos mis amigos se habían reunido en la tienda y compraban regalos para Martín.

—¿Por qué llevas puesto ese sombrero vaquero? —me preguntó el hombre de detrás del mostrador.

—Para que le sude la cabeza —respondió Diana.

—El sudor hace que el pelo crezca más deprisa —dijeron José y Diana.

“Tengo buenos amigos. Siempre dicen la frase más oportuna”, pensé complacido.

Hasta me puse el sombrero vaquero para ir a la escuela.

—¿Por qué no te quitas el sombrero? —preguntó mi maestra.

—No puedo —respondí. También me puse el sombrero vaquero para sentarme a cenar. —Quítate el sombrero —dijo mi papá. Papá tiene una gran calva. La miré y pensé que no podía explicarse mi proceder, porque a él ya no puede crecerle el pelo. Después de cenar me fui a mi habitación, cerré la puerta con llave y me miré al espejo para ver si me había crecido el pelo. Pero no. “Si duermo con el sombrero puesto”, pensé, “la cabeza me sudará toda la noche y mé crecerá el pelo”. A la mañana siguiente lo primero que hice fue mirarme al espejo, y aún tenía las tres calvas.

José y Diana vinieron a casa. —¿Estás listo para ir- a la fiesta? —Sí, vamos. “Pero no voy a divertirme”, pensé.

—¿Vas a llevar ese sombrero vaquero? —preguntó Diana.

-¡Sí!

Las tres calvas
Las tres calvas

No estaba nada convencido. Nadie se presenta a una fiesta de cumpleaños luciendo tres calvas.

Fuimos caminando a casa de Martín con nuestros regalos y… mis tres calvas.

Llamamos a la puerta y nos abrió la madre de Martín; parecía muy enfadada.

—Ya están todos aquí y Martín se niega a salir de su habitación.

Las tres calvas
Las tres calvas

Subí las escaleras y entré en la habitación de mi amigo. Martín estaba mirándose en el espejo y llorando a lágrima viva.

—¿No piensas asistir a tu fiesta? —pregunté.

—No —dijo Martín—. Me encuentro raro.

Martín llevaba puesto su mejor traje y a mí me pareció que tenía muy buen aspecto.

—A mí no me pareces raro.

—Mi madre me ha cortado el pelo y me ha dejado tres calvas —dijo Martín.

Me acerqué a él y vi que, efectivamente, ¡Martín tenía tres calvas! La madre de Martín era como la mía. ¡Le había rapado demasiado!

Las tres calvas
Las tres calvas

Solté una carcajada, me quité el sombrero vaquero y le mostré a Martín las tres calvas mías.

—Feliz cumpleaños, Martín —dije. ¡Y él también se echó a reír!

Así que bajamos luciendo nuestras respectivas calvas y no paramos de divertirnos en toda la tarde. La fiesta resultó completa.