Esta es la historia de un anciano que tenía unos ojos tan azules como el cielo y una barba muy larga y blanca. Su mirada demostraba sabiduría y reflejaba su espíritu soñador. Era un hombre muy inteligente ya que era capaz de leer las constelaciones, comprendía el lenguaje de las piedras y su amplio conocimiento sobre las plantas le permitía poder emplearlas en remedios curativos.
Una mañana el anciano amaneció convertido en un almendro, y al llegar una noche de luna llena, el almendro dividió su corazón en cuatro pedazos y de color rojo, blanco, verde y negro elaboró cuatro caminos y los envió en dirección de los puntos cardinales.
Las direcciones de cada camino eran diferentes y tenían sus características propias. El camino rojo iba rumbo al trópico y no fue capaz de percatarse que un corazón rojo lo estaba entreteniendo mientras lo dominaba poco a poco. El camino verde quería encontrar a la primavera y mientras trataba de hacerlo quedó cautivo en una gran enramada. Por otro lado estaba el blanco cuyo deseo era encontrar nuevos horizontes pero se encontró con una paloma blanca que se apodero de él.
Sin embargo, el camino negro era el más rápido y nadie notó su presencia por lo que pasó sin que nadie se interesara por él. De un momento a otro llegó a un pueblo con mucha algarabía, al cruzarla se detuvo justo frente a la casa de un mercader que se encargaba del comercio de joyas. El camino negro le regaló una parte del corazón del almendro a este mercader.
El mercader tomó al pedazo de corazón y lo guardó en una caja de cristal que se cerraba con una pequeña llave de oro. Al ver semejante cosa el almendro se entristeció muchísimo así que se transformó nuevamente en humano y salió en busca de su corazón perdido. Con su larga varaba y su túnica rosada recorrió todos los caminos polvorientos que había hasta encontrar el lugar.
Todas la personas que pasaban junto a su lado ya fueran caminantes o pastores que estaban atendiendo a sus rebaños en los prados eran capaces de percibir la magia que rodeaba al anciano de varaba rosa.
Al llegar a la ciudad se dirigió a la tienda del mercader con el propósito de recuperar el fragmento del corazón al precio que fuese necesario. Al entrar le dijo señalando la caja de cristal:
– ¿Qué precio tiene?
– Lo siento, pero esto no está a la venta – le dijo el mercader asombrado por el estilo de aquel extraño hombre.
El anciano un poco desesperado le dijo nuevamente:
– Puedes escoger cualquier cosa que desees y en las cantidades que quieras. Puedo llenarte tu almacén de preciosas esmeraldas, o de perlas o piedras preciosas, o amuletos llenos de buena suerte, o…
– ¡Es suficiente, para de hablar! –interrumpió en voz alta el mercader- Lo único que será capaz de lograr que yo cambie este pedazo de corazón es la joven más bella del mundo.
Un año después de esta conversación, el mercader regresaba de un país muy lejano, y como compañía traía a una bellísima joven. Mientras andaban él le decía:
– Ya estamos llegando. Cuando conozcas tu nueva casa te vas a quedar asombrada y no dudaré en darte todos los gustos que te mereces pues te conseguí a cambio de un pedazo de del corazón de un almendro y por ti rechacé una gran fortuna.
Era la primavera, y el cielo se encontraba muy bello, tan azul y esplendoroso como siempre. Tan era su belleza que el mercader no pudo percibir que una terrible tormenta se estaba gestando. De un momento a otro empezó a llover con una fuerza sin igual, las nubes negras se apoderaron de todo el cielo, el viento eran tan fuerte que parecía que estaban en presencia de un huracán y los truenos y rayos caían rápidamente.
Ante tal tormenta el caballo se asustó muchísimo a tal punto que comenzó a levantarse, arrojando al mercader contra un árbol con el que chocó su cabeza. Por suerte ni la dama, mi los sirvientes sufrieron daños por lo que siguieron hasta la casa del mercader donde ella se quedó a vivir.
Tiempo después, el almendro mágico convertido en un humano llegó a la antigua casa del mercader, y al tocar una joven muy hermosa le abrió la puerta. Ambos se miraron y parecía como si se conociesen de toda la vida, y justo en el momento que ella lo iba a invitar a pasar una algarabía muy grande la detuvo.
– ¡Deténganlos y aprésenlos! Él es un mago y ella una bruja y deben morir en la hoguera –les gritaban desde la calle.
De este modo fueron encerrados en la cárcel y a la mañana siguiente serían quemados en la hoguera. El sabio anciano le decía a la joven:
– No quiero que mueras aún. Voy hacer algo para impedirlo – y fue en ese momento cuando le surgió la idea- alarga ahora tu brazo.
Con el brazo de la muchacha en sus manos, tatuó una barca y le dijo:
– Para que puedas ser libre dibuja una barca similar a esta en el aire y así podrás hacerte invisible y conseguir tu libertad. Cierra los ojos e imagina que subes a ella para emprender un viaje.
La hermosa joven siguió los consejos del anciano y, a la mañana siguiente cuando los guardias fueron a buscar los prisioneros para llevar a cabo la ejecución una sorpresa se llevaron, pues en la celda solo había un tronco de almendro seco con unas flores en una de las ramas.