No hay manera, Lindo. Esta última pieza no encaja. No tiene ni la forma ni el color que debiera tener. Debería ser azul, no colorada.
Cuca se metió la pieza en el bolsillo de su pijama y se acostó. Antes de conciliar el sueño, pensaba: “¡Ojalá encajara!”
Aquella noche sucedió algo rarísimo.
—¡Mira, Lindo, la cama se mueve! ¡Volamos hacia las estrellas!
—Espero que esta cama sepa a dónde va. ¡No me gustaría nada perderme por ahí arriba!
Volaban a gran velocidad, adentrándose
—Mis compañeras del colegio no van más y más en el espacio, asombrados a creérselo —dijo Cuca. Lindo, ante todo lo que veían. estupefacto, ni ladraba.
¡CATAPLAM! La cama frenó de golpe y porrazo. —Qué sitio más extraño —dijo Cuca—.
Me pregunto si vivirá alguien aquí.
—Mira, Lindo, ahí hay alguien. Vamos a preguntarle dónde estamos.
—¡Estáis en la Luna! —explicó el hombre—. Y yo soy el guardián.
Me ocupo de mantener aseado este lugar. Cada vez que una estrella choca con la Luna hace un agujero enorme.
Hay mucho trabajo. Venid conmigo.
Tras un corto pero accidentado trayecto, llegaron a la casa del hombre.
Hacía mucho frío en la Luna y Cuca lamentó no haberse calzado las zapatillas.
—Apenas recibo visitas —dijo el hombre—. Pero aquí estaréis calentitos.
La casa del hombre era muy acogedora. —Sentaos cómodamente mientras pongo agua a hervir.
Cuca le oyó canturrear en la cocina.
— Fíjate en esto, Lindo. Vamos a ver sí podemos completar el rompecabezas.
—Qué curioso —dijo la niña—. Sólo hace falta una pieza roja para completarlo, pero la última pieza es azul.
—¡Un momento! —Cuca miró en el bolsillo de su pijama y halló la pieza roja del rompecabezas que tenía en casa.
—¡Mira, Lindo! Encaja perfectamente. ¡La pieza de mi rompecabezas encaja!
En aquel instante regresó el hombre con dos tazas de té. Cuca le contó lo del rompecabezas.
— ¡Es fantástico! ¡Hace tiempo que intento terminarlo!
— Es usted muy amable —dijo Cuca—, pero creo que va siendo hora de que volvamos a casa, i Lo malo es que no tengo ni idea de cómo regresar!
— Déjalo de mi cuenta —dijo el hombre—. Creo tener en el garaje el vehículo apropiado.
—Esta vieja nave espacial hace años aue no se usa, pero en seguida la pongo en marcha.
Ya está. Asegúrate de que esos nudos son fuertes. Cuando diga “¡listos!”, agarraos bien. ¿Entendido? Cuca no creía en aquella vieja nave espacial.
Pero, de pronto, la nave se puso en marcha, haciendo un ruido como el de un viejo secador de pelo, y empezó a dar bandazos por el suelo, arrastrando la cama, a Cuca y a Lindo hacia el cielo de la noche.
De repente, ya en el espacio, se rompieron las cuerdas. Cuca llamó al conductor, el cual no pudo oírla.
La cama quedó flotando en el espacio. —Ahora sí que estamos perdidos, Lindo. Y cada vez siento más frío.
Flotaban a la deriva. “Nunca regresaremos a casa”, pensó Cuca. Entonces se quedó dormida.
Al despertarse, no podía creer lo que veían sus ojos. Estaba de vuelta en su habitación, ¡y era por la mañana!
—¡Caramba, Lindo, he tenido un sueño asombroso! Resulta que… —Cuca sacó de su bolsillo una pieza del rompecabezas
Era azul, y encajaba divinamente en su rompecabezas.
—Con que no ha sido un sueño, pero tú —. estabas conmigo, Lindo, ¿no es cierto?