Estaba una vez un niño jugando al futbol con sus amigos, cuando de pronto al meter el pie en un hueco del campo se rompió la pierna. Pronto le escayolaron toda la pierna y tuvo que guardar reposo en la cama en su habitación. Tenía que estar todo el día en la cama sin poder moverse. El pobre sufría mucho por ello, al no poder correr y jugar con sus amigos, y por ello empezó a dejar pasar los días triste y decaído, mirando al cielo a través de la ventana.
Pasó algún tiempo, y cada vez estaba más desanimado y enfadado, hasta que un día se abrió la puerta de su habitación, y de pronto vio una extraña sombra : era un pingüino comiendo un bocata de chorizo, entró a la habitación, le dio las buenas tardes, pego una serie de extraños saltos y se fue por donde había entrado. El niño se quedó muy extrañado, y aún no sabía qué había sido aquello, cuando vio aparecer por la misma puerta un mono en pañales inflando un globo. El niño no podía entender lo que pasaba y se preguntaba qué sería aquello, pero poco a poco, y mientras seguían apareciendo los más locos personajes por aquella puerta, ya no podía dejar de reír, al ver un cerdo tocando la pandereta, un elefante saltando en cama elástica, o un perro con gafas que sólo hablaba de política …
El niño estaba tan sorprendido de todo este desfile que dudaba si eran reales o producto de un maravilloso sueño, así que decidió no contárselo a nadie, aunque aquellos personajes terminaron alegrando el espíritu y el cuerpo del niño, y en muy poco tiempo este mejoró notablemente y pudo volver al colegio.
Cuando llegó se decidió a contarle todo a sus amigos, narrando las cotidianas visitas que recibía y las cosas tan raras que había visto. Todos le miraban extrañados, menos su mejor amigo, que sonreía con gran felicidad, y entonces se percató que algo extraño asomaba de su mochila. Le preguntó qué era, y tanto le insistió, que finalmente pudo ver el contenido de la mochila:
¡¡allí estaban todos los disfraces que había utilizado su buen amigo para intentar alegrarle!!
Eso se le quedó grabado y cuando su amigo y él se hicieron mayores utilizaban parte de su tiempo en visitar a los niños que estaban enfermos en los hospitales, para vestirse con toda clase de disfraces, y conseguir que todos los niños sonriesen, y fueran felices con su actuación. Para ellos arrancar una sonrisa de los niños era lo más maravilloso del mundo.