La primera vez que fui sólo al cine tenía 10 años. Fui a ver “La Historia Interminable”. Aún recuerdo cómo la historia me atrapó. Del modo como sólo lo hacen las historias que a uno le llegan bien adentro.
Igual que Bastián compartí escéptico la destrucción del mundo de Fantasía y también igual que él decidí finalmente dejarme arrastrar por Atreyu a su mundo de Fantasía y gritar, incrédulo, el nuevo nombre para la Emperatriz Infantil.
Salí del cine extasiado. Sintiendo mi cuerpo ligero, corría y saltaba por la calle, por los bancos, entre los árboles, como si todavía estuviese volando a lomos de un gran dragón blanco.
Pocas cosas son comparables a lo que uno siente en momentos así.
Aquel día una parte de mí se quedó cautiva en el mundo de Fantasía y aún sigue allí dentro.
Los cuentos de hadas tienen esa cualidad especial que yo experimenté aquel día en el cine. Hacen posible que viajemos a un mundo donde somos capaces de hacer frente a los miedos, donde el valor cuenta, y donde nuestras acciones son siempre reparadoras para hacer del mundo un lugar mejor.
¿Cómo no vamos a sentirnos bien en un mundo así?
Esto es lo que consiguen los cuentos de hadas. Que niños y adultos hagan suyo un relato maravilloso y desde él lleguen a estimular la imaginación, desarrollar el intelecto, clarificar emociones, entender los valores de nuestra sociedad y un largo etcétera de cualidades extraordinarias.
Pero ¿Qué es un cuento de hadas?
A priori todos creemos saber qué es un cuento de hadas, sin embargo, nos cuesta definirlo con palabras. “Esto, un cuento de hadas es un…”
Los estudiosos han dado bastantes definiciones para los cuentos de hadas. Sin embargo para nosotros, como padres, poco aporta una definición. En cambio sí nos aportaría conocer un poco más de los cuentos de hadas, cómo son, cómo ayudan a nuestros hijos.
Afortunadamente, en los años 20 del siglo pasado, un teórico ruso llamado Vladimir Propp, estudió en detalle los cuentos populares de hadas, y descubrió que al final, todos los cuentos maravillosos cuentan la misma historia. Una historia que todos comparten, pero que también los hace únicos y especiales.
Pudiera parece simplista, una única historia para tantos y tanto cuentos. Pero resulta que esta historia, esta estructura es reveladora en sí misma. La historia presente en todos los cuentos es una sucesión de acciones. Sí acciones, porque Propp descubrió que en un cuento de hadas lo importante es qué hacen los personajes, no quién ni cómo.
Para mí fue un descubrimiento revelador. Resulta que en un cuento de hadas lo importante no es que haya hadas, dragones, héroes, duendes y ogros, lo que importa son las cosas que hacen cada uno de ellos. Cuando lo descubrí me sentí muy reforzado y contento. Porque ese reino de fantasía que me tiene cautivado, no es un lugar de seres fantásticos y evasión. Al contrario, es un lugar donde lo que importa es lo que cada uno hace.
No sé a los demás, pero a mí me alegra saber que lo que leo para mis hijos, son historias donde los personajes hacen lo que tienen que hacer en el momento adecuado. Enfrentándose, si es necesario, a los miedos y la adversidad.
Esto sí es algo que uno quiere enseñar a sus hijos.