Un buen día la anciana Paca decidió que todos los habitantes de su granja conocieran la ciudad. Los acicalo y los dejó muy guapos y limpios, con su cesta al brazo, la anciana y sus amigos comenzaron a caminar.
A su paso, las flores del camino agitaban sus pétalos para decirles adiós y disgustados por no poder ir con ellos a la ciudad.
Lo primero que sintieron al llegar a la gran ciudad fue mucho ruido y las prisas de la gente.
-si todos los coches corren así –dijo la anciana -, no vamos a poder cruzar las calles.
Y es que la anciana no entendía cómo funcionaban los semáforos de la ciudad…
Con los nervios y el trajín, la anciana decidió tomarse un descanso en un parque floreado.
¡Que felicidad tenían todos jugando en el parque!
La anciana se quitó los zapatos; las ardillitas subían por los pinos; los pollitos bebían en la fuente; el perro Bingo daba volteretas sobre el césped…
Pero de repente, apareció un guardia y multó a la anciana por pisar el césped.
Después del susto, la anciana y sus amigos decidieron regresar a la granja
-Aquí en la granja sí que estamos bien. ¿Verdad amigos míos? –concluyó la anciana-.Aquí en la granja respiramos paz y tranquilidad, la gente nos quiere vosotros podéis subiros a los árboles y revolcaros sobre el césped sin que nadie nos multe. Además, aquí nos rodea la naturaleza y ella nos da todo lo necesario para vivir felices.
fin